Fray Raimundo del Valle
Un anónimo fraile dominico |
Este
año se cumple el cuatrocientos aniversario del nacimiento de Fray Raimundo del
Valle. Filósofo y misionero de lejanas
tierras y uno de los últimos místicos
españoles del siglo XVII.
Nació Fray Raimundo, en la entonces malagueña villa de Grazalema, recibiendo en la pila
bautismal el nombre de Juan.
Siendo
todavía muy niño, perdió a ambos padres, probablemente en alguna de las
epidemias de peste que diezmaron la población del siglo XVII. Huérfano y solo,
tuvo la suerte de encontrar amparo con un hermano de su padre, a la sazón
sacerdote en Grazalema, y bajo cuya
custodia fue madurando una mente
despierta y una viva piedad; que determinaron a su tío a encaminarlo al sacerdocio.
Ya era
Grazalema en esos años, uno de los pueblos más prósperos del Obispado de
Málaga, llegando su Iglesia a tener un presupuesto superior al de su
Ayuntamiento. No es pues de extrañar, que en la década de los treinta de ese
siglo se construya un templo de la calidad arquitectónica de la Iglesia de la Encarnación , o que la propia
Iglesia asuma la educación y sanidad de la villa, mediante la creación de
escuelas de primeras letras y el mantenimiento del Hospital de la Vera Cruz y Sangre de
Cristo que existió aledaño a la
Iglesia de San Juan. Incluso en esos años sabemos que existió
una escuela que impartía, latín, gramática, aritmética, teología y otras
disciplinas. Y ello cuando la enseñanza y sanidad corrían a cargo de los
municipios en el resto del país.
En
torno a la Iglesia ,
se crearon igualmente hermandades como la de la Vera Cruz en San Juan, la
Aurora o la de la
Virgen de los Ángeles de la que sabemos que existía ya en
1630. También fueron numerosas las Fundaciones y mandas pías de beneficencia
para el sostenimiento de pobres, y huérfanos, y por último la constitución de
Beneficios y Capellanías que no eran sino la adscripción de las rentas de
determinadas fincas al sostenimiento de algún fin o de alguna persona, en este
último caso de sacerdotes, a cambio de ciertas obligaciones o funciones que
debían de asumir estos, por ejemplo asistir al Hospital, a una Iglesia de una
Hermandad, etc.
Como ya
hemos dicho, Juan sentía claramente la vocación a la vida religiosa, y de haber
ingresado en el seminario de Málaga, hubiese tenido una vida cómoda y
placentera en Grazalema, pues su tío disfrutaba de las rentas de uno de los
beneficios o capellanías existentes en Grazalema, siendo de los denominados de
“sangre”. Es decir que le confería el derecho de cederlo o transmitirlo a algún
familiar sacerdote de su elección. Plan que concebía su tutor para cuando su muerte aconteciera.
Sin
embargo, el joven Juan, aunque sentía en su interior una firme vocación
religiosa, barruntaba que la misma debía
de encaminarse, más que a la cómoda vida
de sacerdote en su pueblo, a la soledad y pobreza de un convento, lugar más
apropiado para la vida ascética y contemplativa que deseaba. El problema era
que no acertaba a intuir cual orden religiosa se podía adaptar más a lo que el
Señor le pedía.
Iglesia de la Encarnación a principios del Siglo XX. |
Probó
solicitando el hábito en el convento de Terciarios Franciscanos de Sevilla, y
luego en el Convento de Padres Trinitarios de Ronda, pero al fin abandonando
estos proyectos, sin saber la razón de esta mudanza, se fijó en la Orden de Santo Domingo.
En su
decisión debió de pesar, la especial naturaleza de esta orden, que compatibilizaba
la pobreza, la vocación apostólica y la vida ascética propia de las órdenes
mendicantes con una importante formación intelectual.
Decidido
pues, por la Orden
de Predicadores tomó su hábito en el Convento de San Pedro Mártir de la Vera Cruz La Real de Ronda, y que hoy,
reconvertido en Palacio de Congresos, cuelga del Tajo junto al Puente Nuevo.
Allí
siguiendo la costumbre conventual, renunció a su nombre como símbolo de pobreza
y desprendimiento y tomó el de Raimundo, en recuerdo del gran santo dominico
San Raimundo de Peñafort.
A la izquierda de la imagen el antiguo convento de la orden de Santo Domingo en Ronda |
Tras el
preceptivo año de noviciado en Ronda, se trasladó a Granada para continuar sus
estudios, ordenándose sacerdote y doctorándose en Filosofía, donde fue
catedrático de esta disciplina en el Estudio General Dominico de la Santa Cruz.
Durante su estancia en la antigua Elvira,
escribió “De Ánima Hóminis”,
integrado por tres volúmenes: “De
Existentia Animae”, (De la existencia del alma), “De Quidditate”, (De la
Esencia ) y “De Inmortalitate” (De la
inmortalidad). Tratado del que se conserva una copia en la Biblioteca Dominica de Roma.
El convento dominico de Granada, no solo fue una de las instituciones culturales mas renombradas de la época sino que fue centro de una de las escuelas místicas mas importantes del Siglo de Oro, encabezada por Fray Luís de Granada. Allí Fray Raimundo del Valle, compatibilizó el estudio y la enseñanza con una profunda vida ascética centrada en la oración, en la penitencia y en las privaciones corporales para conseguir con estos medios "purgar" del alma y de la memoria todo apego a los sentidos corporales y que impedían. según los ascéticos orientar el alma plenamente a Dios.
El convento dominico de Granada, no solo fue una de las instituciones culturales mas renombradas de la época sino que fue centro de una de las escuelas místicas mas importantes del Siglo de Oro, encabezada por Fray Luís de Granada. Allí Fray Raimundo del Valle, compatibilizó el estudio y la enseñanza con una profunda vida ascética centrada en la oración, en la penitencia y en las privaciones corporales para conseguir con estos medios "purgar" del alma y de la memoria todo apego a los sentidos corporales y que impedían. según los ascéticos orientar el alma plenamente a Dios.
Claustro del Convento de Santo Domingo de Ronda |
El
mismo confesó en una relación o memoria de su vida interior que le obligó hacer
su prelado:
“…que la llama celestial del
divino amor, que ardía en su pecho, le impelía sin cesar de hacer muchas
penitencias y mortificaciones corporales, si bien él se sujetaba a la
dirección y a los consejos de su sabio
confesor”.
Según
los místicos, tras culminar este proceso que los ascetas llaman “vía
purgativa”, el alma ya se encontraría limpia pero desamparada y angustiada pues
“desapegada” del mundo carece también del contacto con Dios. En este punto,
según la citada corriente espiritual, el alma era atacada por todo tipo de
tentaciones e incluso por la presencia del demonio, debiendo seguir buscando a
Dios mediante una continua introspección y humildad.
Que durante toda su vida, nuestro paisano fue acechado
continuamente por el demonio, y de como superó con fortaleza y humildad estas
pruebas, dan fe sus compañeros misioneros en China que dirán de él tras su
muerte que:
“…fueron tantas las
tribulaciones que sufrió y tan grande su paciencia que no le hacían impresión
las enfermedades, los trabajos, ni las persecuciones de los hombres, ni aún las
mismas amenazas infernales con que pretendían intimidarle las potestades del
abismo, ahuyentando sin cesar el poder de las tinieblas que ponía en juego sus
artes bajo las apariciones más horrendas para hacerle vacilar en los caminos de
Dios”.
La vida ascética de Fray Raimundo se vio pronto recompensada con
el éxtasis místico, o experiencia de Dios y que puede definirse como la
decisión gratuita de Dios de unirse a su criatura, revelándole un
conocimiento y un placer sin límites. Esta unión mística se manifestaba con
diversos fenómenos, tales como la levitación o arrobamiento, que acompañó a
nuestro paisano en numerosas ocasiones:
“En Granada, sintiose
favorecido con dones extraordinarios que revelaron a su espíritu, un nuevo
mundo poblado de almas y perfectas y moradas celestiales. Por más que procurase
esconder esto favores a los ojos de los hombres, aún se le vio muchas veces
elevarse por los aires en arrobamientos asombrosos, que no le era dable evitar
ni prevenir de ningún modo. Y esto sucedió algunas veces a vista del todo un
pueblo, en las circunstancias mas solemnes y en los lugares mas concurridos y
más públicos.”
Otro de
los fenómenos que solían manifestarse en el éxtasis místico y que sabemos se dio en Fray Raimundo era la
compunción o don de lagrimas.
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Una vez abrumados por la profunda realización de cuanto hemos herido a los demás con nuestros comportamientos auto-indulgentes, entonces nosotros, como Cristo llorando por nosotros, comenzaremos a llorar por nosotros mismos y por los demás. Santa Teresa de Ávila describe a un alma en semejante dolor:
“Quizás
de alguna forma la pena viene de un dolor profundo que siente al ver que Dios
es ofendido y poco estimado en éste mundo y que muchas almas se pierden
. . . Aunque vea que la misericordia de Dios es grande- pues por muy malvadas que sean sus vidas, estas almas pueden enmendarse y ser salvadas,-ella teme que muchas están siendo condenadas...El dolor sufrido en ese estado... rompe y tritura al alma y la hace pedazos, sin que el alma
luche por ello o aún a veces, sin quererlo el alma.. . . Si un alma
con tan poca caridad cuando es comparada a la de Cristo . . .
siente este tormento tan insoportable, ¿cual tendría que haber sido el
sentimiento de Nuestro Señor Jesucristo?”
Pero en
este punto y ante esta pena, el alma no puede, ni sabe que hacer. Solo si la
gracia divina lo quiere, las lágrimas y el dolor inicial serán escuchados,
comenzando un viaje hacia el amor puro,
iniciándose como signo del mismo el profundo don de lágrimas.
Muchos
fueron los testigos de la presencia de este don en Fray Raimundo éste se manifestaba con frecuencia mientras celebraba la Santa Misa :
“Poseía el don de lágrimas y las derramaba
con tanta abundancia en el Santo Sacrificio de la Misa , que empapaba con frecuencia
las vestiduras sagradas.”
Aunque
Fray Raimundo, intentaba mantener en secreto muchos de los fenómenos que le
ocurrían, la publicidad con que se manifestaron algunos de ellos, hizo que su
fama se fuese extendiendo por Granada y Córdoba hasta el extremo de que
comenzaron a acudir a verlo “inmensas
muchedumbres, que acudían de todas partes a contemplar de cerca al famoso
taumaturgo”
Hombre
humilde, creyó que únicamente podía sustraerse a la situación en que se
encontraba, saliendo de Granada para ocultarse en tierras lejanas. Para lograrlo, se incorporó
a una misión que se estaba organizando para llevar el evangelio a Gran Bretaña.
Sin embargo, el componente religioso de la guerra de las Tres Naciones que se
estaba desarrollando en Inglaterra determinó una nueva proscripción del
catolicismo en Inglaterra, lo que hizo fracasar el intento, por lo que decidió
incardinarse en la Provincia
dominica del Santísimo Rosario que abarcaba Japón, Filipinas, China y Vietnam.
En 1642, junto con otros veintiocho compañeros de la orden, salió de Sevilla para Manila. El viaje tenía una primera etapa que
finalizaba en el puerto de Vera Cruz. Allí cruzaron en caravana el
territorio Mexicano hasta llegar al puerto de Acapulco en el Pacíficodonde tomaron el legendario “Galeón de Manila”, que les llevó
hasta Manila donde desembarcaron el 5 de Abril de 1643,
concluyendo un penoso viaje de algo mas de un año, en el que
perecerían algunos de sus compañeros.
Llegó Fray Raimundo a una ciudad en la que tras su conquista, comenzó un
creciente comercio con los chinos que llegados del continente, se fueron
estableciendo en la ciudad hasta superar en número a los propios españoles. Ante
esta inferioridad, se obligó a los que no se convirtieron al
cristianismo a vivir extra muros, creándose un nuevo barrio, el de “Parian”, que se convirtió en el mercado
de la ciudad. Dicha alcaicería, como la llamaban los españoles, se cerraba tras la caída del sol, prohibiéndose
la salida bajo pena capital, con lo que se controlaba a la población china y se
garantizaba la seguridad de la ciudad.
La evangelización de los chinos Parián, paganos en su
mayoría, se encomendó a los Dominicos, quedando adscrito a dicha parroquia Fray
Raimundo, que aprovechó su estancia para aprender Chino, Tagalo
y Japonés, llegando a dominar con elegancia dichos idiomas. Y ello mientras
esperaba la oportunidad para poder marchar a Japón, que era el destino que
anhelaba.
Sin embargo, los distintos intentos que realizó su orden para marchar al imperio nipón, tras la persecución y matanza de cristianos de 1.630, fracasaron sucesivamente, ya que Japón cerró sus fronteras al cristianismo y a occidente hasta bien avanzado el siglo XIX.
Sin embargo, los distintos intentos que realizó su orden para marchar al imperio nipón, tras la persecución y matanza de cristianos de 1.630, fracasaron sucesivamente, ya que Japón cerró sus fronteras al cristianismo y a occidente hasta bien avanzado el siglo XIX.
Fracasado el intento, mudó el destino de su vocación hasta China, si
bien este nuevo sueño misionero quedó igualmente encallado ante la invasión manchú de China y por la actitud de los gobernadores españoles de
Filipinas que no veían con buenos ojos la marcha de los misioneros del archipiélago, siempre escaso de peninsulares y en el que el
establecimiento de las misiones religiosas, era el mayor factor de
occidentalización con que se contaba para asimilar a los tagalos.
Aparcado el proyecto, marchó en 1.647, al norte de la Isla de Luzón para
evangelizar desde la nada, las rebeldes islas Babuyanes, donde permanecerá hasta 1650,
en el que se trasladó a la península de Pangasinán, donde misionó igualmente hasta
1655.
Ese
año, decidieron los dominicos que había llegado el momento de pasar a China, aprovechando que el nuevo
emperador Manchú había autorizado la construcción de una iglesia en Pekín, gracias a los buenos oficios del jesuita Padre Adamo, matemático y astrónomo a
su servicio. Cinco fueron los sacerdotes elegidos para ello. Todos de una
piedad, formación intelectual y calidad humana excepcional. Al frente de ellos
iba Fray Gregorio López, chino de nacimiento y por tanto el único autorizado a
viajar al continente.
El día señalado Fray Gregorio se embarcó solo en un buque chino, con destino al continente. Al anochecer un bote que había salido subrepticiamente desde las cercanías de Manila abordó al sampan de Fray Gregorio, llevando junto a él, a los otros cuatro misioneros.
El día señalado Fray Gregorio se embarcó solo en un buque chino, con destino al continente. Al anochecer un bote que había salido subrepticiamente desde las cercanías de Manila abordó al sampan de Fray Gregorio, llevando junto a él, a los otros cuatro misioneros.
A los
pocos días llegaron a Xiamen, en la actual provincia de Fujian que fue el
puerto más importante de China hasta bien entrado el S. XIX, y que en ese
momento era la capital de los partidarios de la derrocada dinastía Ming que aún resistían la invasión de los manchúes. Allí
dejaron al Padre Ricci, para que se encargase de atender a su comunidad
cristiana, y como punto de comunicación entre las nuevas misiones chinas y
Manila.
Ciudad y puerto de Xaimen en la provincia de Fuijan en China y uno de los mas importantes destinos turísticos de China |
El
resto partió al sur, hacia la provincia de Fujian en poder de los manchúes, estableciéndose
en Mo-yang, ciudad cercana a la actual Hong Kong. Allí comenzaron a trabajar, demostrando tanta piedad y caridad hacía los mas desfavorecidos cruelmente abandonados por los paganos que lograron la conversión de numerosas personas. Estimulados por los frutos obtenidos quisieron llevar el cristianismo mas al norte, a la provincia, también costera de Zhejiang
junto a Shangai, donde sabían que existía una pequeña comunidad cristiana completamente desasistida. A este
nuevo destino se sumó Fray Raimundo, que durante este período perfeccionó su mandarín
y el dialecto de Fujian hasta escribirlos con erudición.
Antes de partir, las tropas fieles a la derrocada dinastía Ming, encabezadas por Kue-Sing que desde Xiamen dominada todo la franja costera del sur de china, invadió la provincia, asolando todo lo que encontraba a su paso con una crueldad irrefrenable.
La única solución para evitar la muerte, era la huida, pero esta resultaba peligrosa para nuestro Fray Raimundo que había caído gravemente enfermó y se encontraba, casi agónico en el pueblo de Ting-Teu que estaba al cuidado su compañero de orden el Padre Varo.
Deseando Fray Raimundo no ser una rémora para el Padre Varo, le dijo:
Antes de partir, las tropas fieles a la derrocada dinastía Ming, encabezadas por Kue-Sing que desde Xiamen dominada todo la franja costera del sur de china, invadió la provincia, asolando todo lo que encontraba a su paso con una crueldad irrefrenable.
La única solución para evitar la muerte, era la huida, pero esta resultaba peligrosa para nuestro Fray Raimundo que había caído gravemente enfermó y se encontraba, casi agónico en el pueblo de Ting-Teu que estaba al cuidado su compañero de orden el Padre Varo.
Deseando Fray Raimundo no ser una rémora para el Padre Varo, le dijo:
“Ya ve vuestra reverencia como
vienen esos enemigos a nosotros; yo ya no soy de provecho en este mundo, y así
aunque me quiten la vida, poco se pierde; espero en el Señor que se me han de perdonar todas mis culpas, y me ayudará también en la
hora de la muerte. Vuestra reverencia empero, se halla en un caso muy distinto.
Puede servir mucho a Dios y a esas buenas cristiandades, y así debe conservarse
para el prójimo, pues no se pertenece a sí mismo, sino al bien de la misión y
de las almas. Póngase pues, en seguro, y deje a este trasto inútil, que de dos
males hemos de escoger el menor”.
Enternecido
el compañero, no quiso en ningún momento abandonar el enfermo, y
al efecto lo hizo trasladar penosamente a dos millas de distancia, donde
pudieron hallar un asilo más seguro, aunque sin apartarse del enfermo, para
poder prestarle en todo caso los últimos auxilios espirituales.
Pudieron albergarse allí en una casa de campo que pertenecía á una familia muy cristiana, en donde descansaron finalmente de su fatigoso viaje. Sin embargo, poco pudieron recuperarse pues tomaron conocimiento que de una vecina montaña bajaba una horda de bandidos, más temibles aún que las tropas de Kue-sing, por lo que para evitar dicho encuentro hubieron de refugiarse en un bonzorio (monasterio budista) apartado, por mediación de un cristiano que tenía mucha influencia en la región.
Pudieron albergarse allí en una casa de campo que pertenecía á una familia muy cristiana, en donde descansaron finalmente de su fatigoso viaje. Sin embargo, poco pudieron recuperarse pues tomaron conocimiento que de una vecina montaña bajaba una horda de bandidos, más temibles aún que las tropas de Kue-sing, por lo que para evitar dicho encuentro hubieron de refugiarse en un bonzorio (monasterio budista) apartado, por mediación de un cristiano que tenía mucha influencia en la región.
En un
pequeño aposento de este monasterio celebraron la fiesta de Navidad. El Padre Varo
trasformó la habitación en oratorio, y celebró con devoción el santo sacrificio
de la Misa , y
dio la comunión al “santo enfermo” (las crónicas de la orden suelen resaltar constantemente
la santidad de Fray Raimundo, con adjetivos de este tipo) y a los cristianos y
devotos que los acompañaban en su asilo.
Sin
embargo, no buscaban los soldados a nuestros frailes para dañarlos, sino que lo
hacían por encargo de un capitán amigo del Padre Ricci, aquel que dejaron en Xiamen,
y que preocupado por estos, los encomendó a su cuidado.
Puestos
a salvo, el capitán se ofreció enviarlos a Xiamen y desde allí a Manila, a lo
que se negó cortésmente nuestro Fray Raimundo, agradeciéndole su buena voluntad.
No sin antes rogarle que tuviese por bien llevar al expresado Padre Ricci una
carta de sus hermanos de Fujian, a fin de que quedara tranquilo sobre su seguridad.
El
mismo capitán, ante las necesidades que habían padecido no quiso dejarles
marchar sin ofrecerles provisiones. Mas reflexionando nuestro Fray Raimundo y
su compañero que todas las subsistencias que habían acopiado en su camino
aquellas huestes vandálicas eran sólo el despojo violento de los pueblos y el
sustento arrebatado de la boca de los pobres, dieron gracias a aquel jefe por
su generoso ofrecimiento, pero se negaron con modestia a recibirlo y aceptarlo.
Esta
invasión hizo sufrir mucho a la población, que se veía necesitada de vagar y
huir ante los acosos de los corsarios. Trasiego a los que acompañaba nuestro Fray
Raimundo para poder asistir espiritualmente a estos cristianos en su penosa diáspora. En estos días de guerra, debieron de mediar en muchas ocasiones para poder rescatar a muchos cristianos hechos
prisionero por Kue-sing.
Por fin, a mediados de 1657 se retiró la escuadra del corsario de las costas de Fujian, dejando sus desmanes y su crueldad tan profunda huella en Fray Raymundo que le movió a escribir en chino una “Apología contra Yang Kuasng- Sien”, que constaba de dos volúmenes.
Por fin, a mediados de 1657 se retiró la escuadra del corsario de las costas de Fujian, dejando sus desmanes y su crueldad tan profunda huella en Fray Raymundo que le movió a escribir en chino una “Apología contra Yang Kuasng- Sien”, que constaba de dos volúmenes.
Acabada
la invasión pudo llegar como Vicario Provincial a la provincia de Zhegiang,
donde evangelizó las ciudades de Kinghoa y Lanki entre los años 1657 y 1663.
En esta
provincia tuvo un éxito asombroso, predicando y escribiendo varios libros
doctrinales en Chino:
“De
Córpore Animato Tractatus” (2 vols), la ya nombrada “Apología contra Yang Kuasng- Sien (2
vols.), los “Tratados” y la “Relación de su vida interior, por mandato
de sus superiores”. Si bien que yo sepa no se conservan copia de los mismos.
En
1.663 regresa nuevamente a Fujian como Vicario Provincial y Visitador de su
misión dominicana. Allí le sorprendió la
persecución religiosa que se decretó en 1.665 contra los cristianos, tras el
fallecimiento del emperador manchú, que los había protegido hasta la fecha e
instigada curiosamente por un mahometano, que los acusaba de preparar la
invasión española de China, de los que los ritos y símbolos (rosarios, cruces, almanaques litúrgicos) no serían sino señales secretas para señalar el inicio de las revueltas internas que precederían a la invasión
Llamado
a Pekín junto al resto de sus compañeros, la necesidad de atender a los
cristianos de su provincia le obligó a permanecer oculto, pues apenas
se apercibieron los cristianos chinos que sus queridos pastores se disponían
para marchar a la corte, en virtud de la orden imperial, se opusieron a su
viaje con la más viva resistencia, ante el convencimiento de que marchaban a
una muerte segura, añadiendo, que estaban resueltos a morir antes que permitir
se ausentasen de sus pueblos. Ante esto
Fray Raimundo y su compañero Fray Juan García no pudieron menos que quedarse
para proteger a sus fieles, no sin encomendarse a la providencia del Señor.
Permanecieron ocultos durante varios años, manteniendo el culto de forma discreta, hasta que llegados a
ellos la errónea noticia de que habían sido absueltos los cristianos remitidos
a Pekín celebraron públicamente una Misa en Acción de Gracias el día de la Exaltación de la Santa Cruz.
“Entregábanse tranquilos á su espiritual
ministerio, cuando se vieron rodeados de esbirros y gente armada, que tenía la
consigna de prenderlos y de conducirlos á la cárcel. Una fuga repentina salvó
al P. Raimundo de sus manos; mas el Venerable
García, sorprendido en sus funciones y
cargado de cadenas, fue presentado al Gobernador, que desde luego trató de
enviarle preso á la corte de Pekín, en donde, como rebelde al mandamiento
imperial, hubiera sufrido, á no dudarlo, una muerte tormentosa”.
Los
buenos oficios de los cristianos chinos lograron la puesta en libertad del
preso, pero sus maltrechos sesenta años y los golpes y maltratos de su prisión le llevaron a la muerte.
Cesada
la persecución siguió pacíficamente su ministerio hasta el momento de su muerte
acaecida en Mo-yang, provincia de Fujian el 23 de diciembre de 1.683.
Dicen de Fray Raimundo del Valle que en medio de tantas briegas, se las ingenió para enamorarse de Dios y escalar las cumbres místicas:
Dicen de Fray Raimundo del Valle que en medio de tantas briegas, se las ingenió para enamorarse de Dios y escalar las cumbres místicas:
“Su
vida íntima y privada fue parecida a la de un Ángel escapado de los cielos para
vivir con los hombres en la tierra. Distinguiéndose por su gran simplicidad de
corazón ”.
“La
aureola de santidad que circundaba su frente en la conciencia de todos, le
habían conquistado una opinión tan extraordinaria entre los fieles, que en
todas sus enfermedades y dolencias acudían a él, para su alivio y curación,
suponiéndole dotado del poder de los milagros. La fe era la palanca y el gran
secreto de su vida para aquellas curaciones que procuraba paliar con medicinas,
que ninguna virtud para el efecto tenían y que solo suministraba para que no
atribuyesen a otra causa el alivio de sus males.”
Dios
bendijo copiosamente su labor con frecuentes conversiones e incluso con
milagros. Sus compañeros de misión y biógrafos nos hablan de una vida interior
muy intensa, pródiga de en gracias especiales, “sequedades terribles de
espíritu, arrobamientos, consuelos dulcísimos del señor, todo fuera del orden
natural y ordinario de la vida cristiana”.
Catedral de Nuestra Señora del Rosario, en Fohzu capital de Fuijan construida por los Dominicos en el S. XIX |
En 1683, tres días antes de la natividad
del Señor, sintió un fue dolor de costado, que se fue agravando, hasta el
extremo de que fue necesario llamar al Padre Manuel Trigueros, para que fuese a administrarles
los últimos sacramentos. Se confesó derramando tiernas lágrimas de dolor y
compunción que también enternecieron a su confesor. Después de recibir la
unción de enfermos y sin sentir la agonía, como si entraran en sus ojos un dulce
y apacible sueño, murió. Dicen quienes presenciaron su muerte que:
“Aquel
amoroso tránsito, que en nada se parecía a la muerte ordinaria de los hombres,
hizo prorrumpir a los cristianos en estas frases notables de gran
significación:
Siempre tuvimos a este padre por santo, y
ahora viendo el reposo con el que ha
muerto, se confirma y ratifica mas nuestro sentir”.
Pocos días antes de su muerte, había
escrito el Venerable en un papel, que se halló providencialmente en su
breviario, una protesta solemne con la sangre de sus venas, que contenía estas
palabras:
“Esclavo soy de Jesucristo y de la Virgen , y de la Santísima Trinidad ,
y de todos los santos. Fray Raimundo del Valle.”
Después de esta firma había pintado una
argolla, con el dedo tinto también en su sangre, para simbolizar de esta manera
la máxima:
“Servire,
Deo regnare est. Servir a Dios es reinar.”
Tres años más tarde, el Capítulo General de
la Provincia
de los Dominicos celebrado en Manila, consignó en sus actas, el entierro de Fray Bartolomé del
Valle.
“Con motivo de las fiestas de Navidad,
habían llegado a Mo-yang muchos cristianos de los pueblos inmediatos que
participaron en las honras fúnebres que se tributaron a la buena memoria del
difunto. La opinión de Santidad en que había muerto y que la fama se había
encargado de extender por todas partes, precipitó a las muchedumbres sobre su cadáver
para repartirse los despojos de su mísera mortaja, arrancándole hasta los
cabellos y la barba que fuera gran desacato si la religión y la piedad no lo
excusaran. Todos deseaban poseer algún recuerdo de aquel santo misionero. Sus
restos fueron depositados por el pronto en un lugar decente y respetado, y
permanecieron inhumados en un féretro cerrado herméticamente hasta la muerte
del Ilmo. Palú, (Obispo de China) en que fueron conducidos en gran pompa, con
el cadáver del Obispo en un hermoso panteón, construido especialmente para sus
cuerpos honorables. El entierro se verificó efectivamente con grande aparato
fúnebre. Los cristianos concurrieron a millares de la provincia de Fujian y las
montañas y los valles se vieron hervir de muchedumbres que venían por cien
caminos para concurrir al santo lugar, donde iban a ser depositados con
solemnidad inusitada las cenizas veneradas de aquellos varones inmortales”
Diego Martínez Salas
Bibliografía
F. Varo. Vida de del V.P. Fr. Raimundo del
Valle. Fogán
1685: Archivo del OP de Manila, ms en 48,
333-383
Compendio de la Reseña
biográfica de los religiosos de la provincia del Santísimo Rosario de Filipinas
desde su fundación hasta nuestros días. Biblioteca Dominica. Roma
Guede Lisardo. Historia de Málaga. III.
Iglesia y Enseñanza. Pag. 150
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