Cosas de Grazalema (2)
Cándido Ruiz Ruiz.
"La niña que tomó fosforos"
Muchos somos los grazalemeños, de cuna o corazón que “desterrados”
de nuestro pueblo, sentimos la enorme melancolía de su ausencia. Lejos de nuestros infantiles sueños en los que nos
veíamos regresando a Grazalema con la fortuna suficiente como para establecernos
en ella, dicho sea de paso sin dar puñetero golpe; se impone la triste realidad
de una forzada y permanente distancia preñada de obligaciones y prisas. Es quizás, esa añoranza melancólica, la que
impele a nuestros mayores, ausentes de su tierra a pedir, conforme se van
acabando sus días, que su descanso definitivo sea bajo la sombra de estas
montañas.
Uno de estos desterrados enamorados del cielo de nuestro pueblo es
Luís Ruiz, extrañado como yo en Málaga.
Los que empezáis a rondar los cincuenta aún recordareis a su padre
Luís, funcionario del Ayuntamiento, al que con insistencia cansina todos le
preguntábamos cuantos litros habían caído, tras las últimas lluvias, para
después quedarnos pendientes del “Parte” diario de las tres de la tarde en el que Mariano Medina hablaría de un
pueblecito de Cádiz en el que llovía de una forma inusual. Aún recuerdo su
delgada figura encorvada y su cabeza cana regresando del Ayuntamiento a su casa
(la de la Cruz de la callejita entre la Parroquia y San Juan) seguido de Sultán el Cocker Spaniel negro de su hijo Miguel.
Luis Ruiz padre, siempre paciente y amable ante nuestras preguntas
“heredó”, la Estación Meteorológica de Grazalema de su padre Cándido Ruiz y
Ruiz, grazalemeño nacido en 1866, que
fue quien inició las mediciones extrañado y curioso ante lo inusual de
este fenómeno meteorológico.
Cándido Ruiz, ha sido uno de los grazalemeños, que mayor memoria
ha dejado en nuestros paisanos en el presente siglo. Tal y como me contaba su
nieto fue ”Maestro de instrucción pública, titular de la Escuela Pública de
niños num. 3 hasta un año antes de su
fallecimiento ocurrido en 1926. En el ejercicio de su profesión utilizó métodos educativos muy adelantados para su
tiempo. Tuvo gran interés en inculcar a
sus alumnos el conocimiento y amor por la naturaleza, enseñándoles a respetar animales, plantas y
su entorno. … ¡¡en aquellos años que era
entretenimiento infantil apedrear gatos, perros y gallinas…!!.”
También me dice Luis, que “... con ayuda de un compañero de su
abuelo llamado, Alberto Durán, pintó una
bóveda celeste en el techo de una sala
de su casa, para que los niños aprendieran el nombre y posición de los
planetas, forma de las constelaciones, vamos, un planetario en Grazalema en los
primeros años del siglo XX… ¡¡que tiene su miga…!!”
Más cosas podemos contar y contaremos en otro momento de Cándido
Ruíz. Ahora nos centraremos en su faceta poética y epistolar, celosamente conservada por su nieto y que
revelan una amplia cultura, sentido del humor
y vivo ingenio.
Hoy hemos elegido un poema incluido en una carta en la que de una
forma satírica cuenta a su amigo José María Casas, uno de los últimos
acontecimientos acaecidos en la Grazalema del año 1.900.
La niña que tomó fósforos. Carta a Jose M. Casas.
Quiero
contarte una cosa
que en
éste pueblo ha pasado
y que
ha puesto en gran cuidado
a toda
la gente moza.
Vive
aquí una muchacha
que
servía con Clarita:
no es
fea ni bonita,
ni
tonta ni vivaracha
Y para
su suerte o desdicha
como
cosas de éste mundo,
tenía
un novio, Facundo,
el hijo
de la “Porricha”
Amores
que con pasión
en la
chica arraigaron
y cual
yedra se enredaron
en su
frágil corazón.
Facundo
metió la pata;
es
decir, no la metió;
mejor
dicho: se marchó
dejando
triste a su chata.
Entonces
a la muy indina
tan
gran coraje le dió
que dos
cajas se tomó,
de
fósforos de cocina.
No
murió, (es bien lo diga)
pero
sufrió penas, sinsabores
y
agudos fuertes dolores
los
dolores de barriga.
¿Para
qué vivir quería
en éste
pícaro mundo
si le
faltaba Facundo
su
ilusión y su alegría?
Hago
punto ya: aquí mismo.
Creas
tú o no lo creas
si ésto
no es romanticismo,
¡¡¡ Que
venga Dios y lo vea !!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario