viernes, 2 de noviembre de 2012


Carpe Diem


Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;


Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.


Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:


Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado


Este soneto de Quevedo, probablemente el más bello poema de amor escrito en lengua castellana, sintetiza en unos pocos versos, los temas del amor y la muerte.


El hombre de todas las épocas, cultura y condición se ha enfrentado, a esos dos grandes enigmas de una manera más o menos profunda. Y eso a pesar del intento cada día más actual de matar al amor y a la muerte, convirtiendo el amor en un mero sentido o sentimiento y a la muerte en un tabú; en algo que hay que desterrar de la vida común y de nuestra propia conciencia.  


A lo más, banalizamos amor y muerte, sin respeto ni pudor, acogiendo fenómenos de origen un tanto siniestro, como Hallowen que igualmente descafeinamos para convertirlo en un mero carnaval de la muerte, que para colmo servimos a nuestros hijos, en una pedagogía inconsciente de la banalidad.


Sin embargo, no es tan fácil matar a la muerte, es un intento inútil. Intentar matar la muerte en nuestras vidas sólo nos impedirá tener clara la postura que queremos tener ante la vida. Cada uno podrá asumir la que prefiera; pero solo si yo me libero de la tensión que puede producirme la contemplación del fin de mi propia existencia, podré vivir una vida con plena libertad y conciencia. Y lo que es mas importante con el deseo de vivirla intensamente. Ese es para mi el auténtico sentido del Carpe diem.


Quizás por ello, hay que volver a la natural sabiduría de nuestros abuelos, que aprovechaban este mes para recodar a los que ya no están, y a los que este año se fueron de nuestro lado. Cada uno recordará a sus seres queridos ausentes. Yo recordaré a los míos y los buenos momentos pasados junto a los que se han ido recientemente. Sólo el pudor me impide escribir aquí sus nombres, aunque como vosotros los llevo grabados en mi corazón.



Todo el ritual que nuestros padres dedicaban a este mes ayuda a ello: los sufragios y misas por los fallecidos, la visitas a los camposantos, la ritual representación de obras de teatro como el Don Juan Tenorio, el día de difuntos, en los que vuelven a unirse los temas del amor y la muerte, y donde un hombre egoísta, cínico, arrogante, y ateo, como el que hoy habita nuestras calles ha de enfrentarse a su propio fin. Hasta la misma cocina tradicional parece aliarse con esta vivencia anual de la muerte.


La ciudad moderna, con sus prisas, su tráfico y sus fiestas de Hallowen también esconde todo esto, apresurándose a montar la iluminación navideña para ocultar el “siniestro noviembre”, con la fiesta universal del consumo, en que quiere convertir la navidad.


Sin embargo, y como una gota aislada en esta inercia  de la modernidad, vemos como tímidamente comienzan a resurgir tradiciones como la representación del Don Juan Tenorio. Hasta cuatro montajes, han coincidido este año, La más valiosa, a mi gusto, es la que un grupo de hermanos de la Cofradía de Viñeros, se ha atrevido a realizar por una noble causa. Hasta ochenta cofrades se han subido al escenario en un derroche de ilusión y ganas, que espero nazca con vocación de continuidad.


De momento estarán en el Teatro Albéniz hasta el día 4 de noviembre, si bien tienen la intención de representar algunas de sus escenas en distintos espacios públicos de Málaga. Así el 9 de noviembre en la Plaza de San Francisco a las 20:30 horas, escenificarán las dos primeras escenas. El día 16 del mismo mes en la Calle Alcazabilla representarán la tercera parte y el día 23 de noviembre el escenario escogido será el Cementerio de San Miguel. Entorno que ha de resultar sobrecogedor dada el final que Zorrilla dio a su Tenorio.


También la Asociación de Amigos del Cementerio de San Miguel se ha unido a esta corriente, y viene o rganizando durante los últimos años, recitales poéticos y conciertos tras la misa que se dedica a los difuntos en el Cementerio.


Cuando iba al Cementerio de pequeño acompañando a mi madre, solía esta para mi pesar, pasear entre las tumbas de los desconocidos leyendo sus lápidas y epitafios, haciendo comentarios sobre sus dueños y circunstancias.

Esta costumbre, me la transmitió como si de una enfermedad contagiosa se tratara, de forma que siempre que acudo a un cementerio antiguo, me veo inspeccionando tumbas y nichos, a la caza de un epitafio que me revele el carácter de su difunto dueño. Esta curiosidad por los epitafios me lleva a transcribiros una anécdota de Pedro Muñoz Seca, que pueda aliviar la plúmbea seriedad de estas letras.Los porteros de la casa donde vivía don Pedro eran un matrimonio muy anciano. Ambos fallecieron muy seguidos, fenómeno que siempre me ha llamado la atención, entre las personas mayores que vivieron muy unidas. El hijo de los porteros, deseoso de honrar a sus padres de la mejor manera posible le pidió a don Pedro que redactar un epitafio para sus tumbas. Cuyo texto fue:



Fue tan  grande su bondad,
Tal su generosidad
Y la virtud de los dos
Que están, con seguridad,
En el cielo, junto a Dios.

En estos años anteriores a la república, era necesario que los Obispados aprobaran el texto de los epitafios, con el fin de que no se faltara a la piedad ni a las buenas costumbres. El delegado episcopal encargado para esta tarea censora, debía ser un riguroso teólogo pues remitió una carta en nombre del obispo, indicándole que debía corregir el epitafio, en tanto que no resultaba correcto afirmar con certeza que los fallecidos “estuvieran junto a Dios”. Hecho este que ninguna persona en la tierra podía afirmar ni negar.

Evidentemente el severo censor estaba en lo cierto. Pero dicho veto dirigido a una persona como Muñoz Seca, que todo lo reconducía a la comicidad, resultaba harto peligroso. La contestación de don Pedro no se hizo esperar, remitiendo al obispado la siguiente propuesta de epitafio:

“ Fueron muy juntos los dos,
El uno del otro en pos,
Donde va siempre el que muere,
Pero no están junto a Dios
Porque el Obispo no quiere”.

Ante el contenido del Epitafio el Obispo de Madrid se sintió en la necesidad de contestar personalmente a don Pedro, indicándole que:

"Ni yo ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervenimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable, que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar".

Sin embargo, don Pedro no se pudo resistir remitiendo una nueva propuesta de Epitafio:

“Vagando sus almas van,
Por el éter, débilmente,
Sin saber que es lo que harán,
Porque, desgraciadamente,
Ni Dios sabe dónde están”.

Hombre de profundas convicciones católicas, no perdió el sentido de humor ni siquiera en el momento de su muerte. Detenido en los primeros momentos de la guerra civil, por considerársele enemigo de la republica por el solo hecho de parodiar en sus obras algunos aspectos de la sociedad de la época; fue fusilado en Paracuellos del Jarama.

Ante el pelotón de fusilamiento don Pedro Muñoz Seca, pronunció solemnemente, sus últimas palabras:

«Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo».

Cuentan que tal fue la hilaridad y simpatía que causó a los ejecutores que hasta le pidieron perdón por lo que estaban obligados a hacerle. A lo que don Pedro emocionado respondió agradecido diciéndoles que ya estaban perdonados de antemano...

«aunque me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades»


Diego Martínez Salas













2 comentarios:

  1. Fantástica la consideración de la muerte para la dirección de la vida. En nuestro tiempo la muerte es algo a lo que hay que dar la espalda, como si así no fuera a llegar. Los actuales festejos no son sino modos fantasmagóricos de tratar temas realísimos. Nuestras tradiciones siempre han sido realistas, aun cuando se hayan servido de la comicidad.
    A propósito, muy interesante la anécdota de Pedro Muñoz, serias un buen columnista. Un abrazo a toda la familia.

    Juanmi y Cris

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  2. Muy interesante la reflexión y la anécdota. Felicidades Diego, estas haciendo un blogs bastante interesante.
    josé c.a.

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