martes, 6 de agosto de 2013



Historias del Puerto de Málaga II. De Arenal y Playa a Alameda. La Casa del Reloj de la Calle Panaderos


Fotos de Antonio Ruiz-Molero



Nadie pasea ya por la Alameda Principal. Todos van de paso, con prisa, sin pausa. Todos arriban desde sus barrios al centro histórico de la ciudad o vuelven cansados a sus casas. Da igual que sea por ocio o por trabajo, el resultado es el mismo, nadie repara en ella, nadie la contempla. 

Quien podría pensar que hace poco mas de doscientos años, la Alameda era una enorme playa, que moría al pie de las murallas y  que partiendo de los desaparecidos Castillo de San Lorenzo y espigón de la Torre-Gorda, (en las actuales calles de San Lorenzo y Torregorda) cerraban la ciudad por La Coracha. El sol del atardecer tornaba malva el color de sus interminables muros y las blancas arenas a sus pies, se perdían en la distancia hacia la Alcazaba. 

El Arenal de la Alameda antes de la reconquista. Con los años  irá creciendo por los aportes de arena del río Guadalmedina generando un inmenso espacio abierto hasta la actual Calle Martínez Campos

La Alameda bulliciosa como hoy, no era un lugar de paso sino de encuentro. Desde la apertura al amanecer de las puertas del Mar y Esparteros,  la playa era invadida por un sinfín de gentes: pescadores, marineros, artesanos y comerciantes, clientes, vagos, maleantes, jugadores de dados, soldados ociosos, y de servicio en el vecino Castillo, recatonas del sexto mandamiento etc. Un sinfín de personas de todo tipo y condición que hacían del arenal el centro y mentidero de la ciudad. Tal fue su importancia que allí se daban los pregones de los asuntos importantes para la ciudad y el gobierno, como el que se hizo para la expulsión de los judíos en 1.492. También era el lugar de ejecución de  las penas de muerte, exponiéndose  las cabezas y miembros de quienes debían ser desmembrados tras su ejecución, como fue el caso de los piratas ahorcados en 1.782. 

Un año después de tan edificante espectáculo, la pujante burguesía malagueña, consiguió del Conde de Floridablanca, autorización para urbanizar el inmenso arenal. La orden que así lo permite dice:


  • "Para decoro de la ciudad de Málaga, comodidad de la tropa y desahogo del pueblo y marinería, ha resuelto S.M., a instancia de algunos vecinos principales representados por don Miguel de Gálvez y después de haber tomado los informe necesarios, conceder su real permiso para componer y adornar con arreglo al plan y proyecto que ha formado el ingeniero don Fernando López Mercader, la puerta del Mar y su playa circunvecina, como punto mas principal donde debe concluir el camino que se está construyendo desde esta misma ciudad a la de Antequera, y el de la Costa por Vélez a Granada; con la facultad de facilitar el fondo necesario para la obra; regulado en treinta mil reales, por medio de una suscripción voluntaria entre los vecinos que la han solicitado, y del producto de unas casitas de madera, que deben de hacerse y arrendarse a los vendedores de semillas, frutas y verduras, que por estar dispersados por la playa la afean y embarazan con chozas y otros estorbos cuyo producto debe servir después para la conservación del paseo y arboleda que ha de construirse y plantarse (...) con particular encargo de la que obra se ejecute con la mayor solidez y perfección y de que en el punto mas proporcionado se coloque una fuente que deberá de costearse con los fondos del acueducto, con abundancia de aguas para abastecer el gran concurso de gente de tierra y de mar que se junta en el paraje diariamente y regar la arboleda que debe plantarse".

En 1.785 se inauguran las obras  con la plantación de los árboles  y con la reparcelación de los terrenos y alineación de las calles que hoy conocemos como de Panaderos, Trinidad Grund, Vendeja, Martínez Campos y el Salón Bilbao,  nombre con el que se bautizó a la nueva alameda, que pretendía emular al madrileño Paseo del Prado. 

Los solares resultantes, se adjudicaron a los suscriptores de los fondos, vendiéndose los restantes, a los mas pudientes comerciantes de la ciudad que enriquecidos con el pujante comercio del puerto, necesitaban demostrar su condición de nueva clase dominante, fundada en el dinero y no en la nobleza de sangre. Surge así, con la excusa del beneficio ciudadano, una nueva ciudad, racional, exclusiva y excluyente, mediante la edificación de modernos edificios que se encontraban fuera de la "caduca" ciudad medieval, dejando dentro de sus murallas al común de los malagueños


Plano de 1.800 que marca los edificios construidos. En el extremo izquierdo se pude ver el Paseo de los Tristes, actual Alameda de Colón, que únicamente urbanizó uno de sus laterales. 

Quien nos iba a decir que la Alameda no fue sino la primera versión de nuestras modernas urbanizaciones residenciales. Un antiguo "Puerto Banús", en primera línea de playa como advertencia de la futura agresión urbanística de nuestro litoral. Lo mas curioso de este proceso fue que la urbanización de la Alameda, se hizo de una forma bastante parecida a nuestras modernas "Juntas de Compensación", sólo legisladas recientemente en nuestro derecho. 

El paralelismo con los años de la reciente burbuja inmobiliaria es tal, que me imagino en todo este asunto a los prestamistas de la época, aconsejando a los burgueses a no utilizar su propio dinero, ofreciéndoles créditos baratos, no solo para ello, sino también para adquirir carruajes, fincas de recreo o mobiliario que complementaran tan acertadísima inversión. Siempre he tenido a sospecha de que los Bancos eran señores empeñados en prestarte un paraguas cuando hace sol, que rápidamente te hurtan cuando las primeras gotas de lluvia amenazan con caer.

Por el conocido plano de Carrión de la Mula, sabemos que la mayoría de los edificios con fachada a Calle Panaderos y Atarazanas, estaban ya construidos en 1.791. Entre ellos, el que hoy tiene asignado el número tres de dicha calle. 

Casa de Calle Panaderos
antes de su restauración


Dicho edificio, junto a otros de esta zona, (la mas antigua de la Alameda) presentan la estructura propia de las casas de la burguesía de las ciudades portuarias del setecientos. 

Hasta ese momento, las casas aunaban la función comercial con la residencial. La planta baja se dedicaba habitualmente a almacén o tienda, mientras que la primera servía como despacho u oficina del negocio. La segunda planta se reservaba a la residencia familiar, y la tercera a la servidumbre, que desde siempre practicó el deporte de subir escaleras, sin necesidad de que ningún cursi, creyente en la moderna religión de lo deportivo, lo redenominara como run-up. 

Algunas casas, como la de calle Panaderos, tenían un torreón que permitía la observación y avistamiento de los buques que se aproximaban al puerto. Sin embargo, nada hacía pensar  que este típico edificio, escondiese bajo su piel el aspecto que se ha revelado tras su reciente restauración.





El edificio presenta la típica pintura "arquitectónica" dieciochesca, con pilastras, capiteles, cornisas y grandes jarrones, y tondos en forma de lazos, dando un aspecto elegante al edificio.  

Sin embargo, el aspecto mas interesante de estas pinturas se encuentra en el interior de los tondos que han podido recuperarse. Según los restauradores, el contenido de las pinturas nos hablan de un rico indiano que tras su regreso a la península, quiso hacer participe a sus vecinos de la historia de sus aventuras en las indias, pintando desde  las tiendas o "tipis" de los aborígenes, hasta fortalezas, ciudades, y animales salvajes como osos o serpientes. No faltaría el detalle de la pintura de dos relojes en el torreón que marcarían la hora de su partida y regreso a la ciudad.


Las pinturas mejor conservadas se encuentran en la fachada que da a Calle Panaderos.

Desde la restauración de la casa y el derribo de la vecina que permite su contemplación desde de la Alameda, me han intrigado las pinturas en cuestión. 

Varios han sido los tropiezos y las caídas que he sufrido, mientras andaba y miraba al edificio, con causa en mi incapacidad, como avezado hombre de mi tiempo, para hacer dos cosas a la vez.

Ante el peligro a mi integridad, y las chanzas y advertencias de mi perpetua consorte, tuve que acudir a mi amigo Antonio Ruiz Molero que siempre dispuesto a ayudarme, hizo las fotos que nos permiten contemplar las pinturas con todo lujo de detalles.

Dada la fecha de construcción del edificio, y la temática de las pinturas, podemos aventurar que las mismas narran algunos hechos de la vida militar del propietario. De hecho, es bastante posible que describan su participación en las fuerzas expedicionarias que intervinieron, bajo el mando del malagueño Bernardo de Gálvez, en la Guerra de Independencia Americana que acababa de finalizar el año 1.783.

Como puede observarse no estamos ante tiendas de indios, sino ante un campamento de tropas Españolas, en las que puede verse claramente el gorro picudo de un granadero haciendo guardia con su fusil al hombro. 

Dicho año regresaron a España, junto a Gálvez, buena parte de las tropas que lucharon en la campaña de La Florida. Durante el último cuarto del siglo XVIII, Málaga fue una ciudad prácticamente militarizada, sirviendo de guarnición a numerosas regimientos, entre ellos el Regimiento de Infantería España y el Regimiento de Voluntarios de Cataluña que tuvieron un papel relevante en los combates, por lo que es posible que nuestro desconocido, fuese miembro de alguno de los 12.000 soldados que partieron a América desde  Cádiz el 7 de abril de 1.780, embarcados en alguno de los 140 transportes que se utilizaron para ello, muchos de ellos seguramente malagueños, como lo fueron también los pobladores de Nueva Iberia, ciudad fundada por gentes de estas tierras en Luisiana en 1.779, y que participaron igualmente en la campaña bajo las órdenes de Bernardo de Gálvez.

Las pinturas nos muestran algunas imágenes de los fortificaciones que encontró nuestro desconocido a su paso por América. Algunas representan simples fuertes de madera, en torno a una torre principal artillada, caso de los conquistados fuertes ingleses de Bute, Batton Rouge, Manchac, Nached, Thomson´s Creek,  o Smith.




Otras muestran, bastiones de fortificaciones modernas, construidas conforme al sistema Vaubám, con taludes pronunciados para minimizar los efectos de la artillería,  como los de los poderosos Fort Charlotte en Mobile, y Fort Sant George de Pensacola, y que fueron tomados al asalto con la participación del Regimiento España.






Esta interesante maqueta, muestra el Fort Charlotte de Mobile en el momento del asedio. El fuerte contaba con cuatro bastiones en las esquinas con sus respectivas garitas, al igual que el bastión de nuestra pintura. Frente a él, pueden observarse las trincheras en zig-zag que fueron realizando las dotaciones de los buques mercantes que acompañaron a las tropas españolas para acercar la artillería con la que se abrió la brecha en las murallas por la que se produjo el asalto final de los granaderos españoles, que vemos acercándose a las murallas protegidos para dicho asalto.



Otra de las pinturas de Calle Panaderos nos muestra una ciudad con sus edificios públicos.


Resulta evidente que no estamos ante una representación de Málaga y su famosa catedral como se ha aventurado. Fuera de la ciudad podemos ver un soldado realizando una ronda en un edificio apartado, sobre una elevación que domina la ciudad y que podría representar una fortificación con su torre central. En el cercano bosque se observa como se encuentran escondidas las tropas preparadas para el asalto, o bien personas que tomaban notas y planos de las defensas, labor de información que sabemos se realizó por hombres de confianza de Gálvez durante los meses previos a la campaña. 

Entre el bosque y la ciudad se observan las defensas que protegían a la población, similares a las que figuran en el dibujo que acompañamos y que representa un enfrentamiento del S. XVIII.



También narra el desconocido pintor algunos hechos secundarios que seguramente presenció  y que le llamaron la atención, como la "incursión" de un animal en una tienda de las tropas, y que aunque esquemáticamente dibujado, pudiera tratarse por su tamaño de un oso negro de Luisiana muy abundante en los pantanos inmediatos.


La pintura mas llamativa de todas, y quizás la mejor conservada, nos muestra un campamento militar a las afueras de una fortificación. En los aledaños y cerca de un curso de agua, un extraño animal de gran tamaño ataca a una persona, que probablemente fue sorprendida en la ribera. En un principio parece una serpiente grande como una anaconda, inexistente en la zona. Sin embargo la cola de saurio y la presencia de patas en el animal delatan claramente que podría tratarse de un caimán o cocodrilo de Florida, que el pintor malagueño, falto de referencias iconográficas, salvo las explicaciones que le diera el testigo del ataque, pintó sólo de forma imaginada, con mediana fortuna.



De hecho sabemos que la campaña se inició con la marcha de las tropas desde Nueva Orleans a Batton Rouge a través de  bosques y pantanos, cercanos al curso del Missisipi y plagados de osos y caimanes que hicieron muy sufrida la marcha de las tropas. 

Pero, ¿Quien encargó estas pinturas?. Probablemente nunca sabremos quien lo hizo. Nada hemos podido averiguar sobre su identidad, al haber ardido los libros del Registro de la Propiedad, durante la guerra civil. 

Sólo sabemos por los primeros asientos que figuran tras la reconstrucción del Registro que perteneció a doña Amalia Sans Crucet, esposa que fue del conocido industrial Eduardo Huelin Reissing, fundador del actual barrio de Huelin. 

La casa de calle Panaderos la adquirió doña Amalia por herencia, a través de su madre, de don Cristobal Crucet Puncet.


Guardaesquinas con el escudo del Carmen, que acredita la condición de Terciario Carmelita del dueño del edificio. La Virgen del Carmen ha sido la tradicional valedora de los marinos.

Cristobal Crucet, natural de Villanueva (Cataluña),  fue un importante comerciante y naviero catalán que emigró a La Habana, donde hizo fortuna y casó con Luisa Azúa, hija de León Ruiz de Azúa, Contador de Fragata, y uno de los mas importante e influyentes comerciantes de la Isla. Perteneciente al Real Consulado era uno de las personas que controlaban la Real Compañía de La Habana que hasta 1.760 tenía el monopolio del comercio del azúcar y el tabaco con la península, y que estaba encargada del suministro a los presidios primero de la Florida y mas tarde de la Luisiana, así como a los buques de la Real Armada. 

Para el matrimonio de su hija con Cristobal Crucet aportó mas de 400.000 reales cifra muy importante para la época. 

1º y 2º  Regimientos .
 de Voluntarios de Cataluña
En la Habana nacieron los cuatro primeros hijos, trasladándose a Málaga donde el matrimonio tendrá otros cinco hijos mas. En nuestra ciudad se convertirá en uno de los principales hacendados, navieros y comerciantes al por mayor de nuestro puerto. 

En su condición de naviero se dedicó exclusivamente y sin formar asociación alguna con otros comerciantes para compartir riesgos como era usual en esos años, al comercio con América, principalmente con Veracruz, Puerto Rico y La Habana donde quedó su influyente suegro y su hijo Félix al cargo de sus numerosos intereses en la isla.

Nos ha llegado el nombre de cuatro de sus buques: la polcra o polacra "Nuestra Señora de la Concepción" y los bergantines "Santo Cristo del Buen Viaje",  "El Soberano", y  "Santo Cristo de la Salud". Con los dos primeros contribuyó  a la toma de Menorca a los ingleses y al traslado del ejercito que se remitió en 1.777 para la reconquista de las colonias de Santa Cruz y Sacramento en el actual Uruguay (Guerra de Brasil o de Cevallos) y que se perdieron años antes, en beneficio de Portugal como consecuencia de la guerra de los siete años.





Nada sabemos de su juventud, en la que es probable que fuera comerciante y marino, lo que indudablemente forjó en él un fuerte carácter. Quizás por esto don Cristóbal no fuese un hombre que se arredrara fácilmente, como lo demuestra su fidelidad  a la corona y a la nación, durante la invasión napoleónica. Comenzada la guerra, huyendo del servilismo fácil de las gentes de su clase, trasladó sus buques a Cádiz, evitando que cayeran en manos de los franceses, a riesgo de ser represaliado en su persona y hacienda. 

Desde la ciudad gaditana mantuvo el comercio con América, regresando sus buques con los necesarios suministros y caudales recaudados en las colonias, para sostener la resistencia contra el invasor. De hecho por la sesión de la Junta de Cádiz, de fecha 10 octubre de 1.810, sabemos que durante esos días pudo burlar el bloqueo de la ciudad, partiendo con el bergantín Santo Cristo de la Salud con destino a La Habana y Puerto Rico.



Polacra  Mediterránea. De tamaño similar al Bergantín, la disposición de su aparejo permitía reducir la tripulación 

Mientras tanto, su hijo mayor Félix Crucet Azúa, que había quedado en La Habana al cargo de los negocios de la familia en Cuba, quedó incorporado como ayudante en las milicias voluntarias que se formaron con motivo de la guerra, con plena adhesión a Fernando VII, mientras su suegro participó en el conato de constitución de una Junta de Defensa, contra el invasor francés. 


La influencia de la familia en La Habana era tal, que tanto su hijo como su suegro fueron elegidos, tras la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1.812, Regidores del primer Ayuntamiento Constitucional de la Habana en 1.813.


En 1.817, y en plena guerra de independencia de las colonias americanas, los buques de los insurgentes asolaban en corso la navegación comercial con América, llegando a presentarse con sus barcos en las inmediaciones de Cádiz. En esta situación, y ante la escasa efectividad de la protección que brindaba la maltrecha Real Armada, los navieros Cristobal Crucet y el también malagueño, Juan Bautista Bissot pedirán y obtendrán de Fernando VII, permiso para armar sus navíos al corso, dotándolos de artillería y de una tripulación dispuesta no solo a defenderse de los ataques, sino a participar activamente en tan pingüe negocio, atacando a los buques rebeldes o a los de los países que mantenían comercio con dichos territorios. Sin embargo, no pudo culminar don Cristobal esta nueva aventura pues al año siguiente morirá dejando una enorme fortuna. Sólo la liquidación de sus negocios pendientes, sin contar los cubanos, alcanzó mas de un millón y medio de reales, dejando en Málaga su residencia en el número siete de la Alameda, la casa de Calle Panaderos, varios almacenes y el famoso cortijo Crucet en Churriana donde era propietario de mas de 17 casas arrendadas.


Bergantín español de la época armado en corso

Nunca sabremos si estas pinturas, fueron encargadas por Cristobal Crucet para narrar las aventuras de su juventud, o como muestra de su vanidad y de la necesidad común a todos los mortales de obtener el reconocimiento social a su trabajo y servicios. Tampoco sabremos si por el contrario narran las peripecias de un marino o soldado que buscara retiro y descanso a su azarosa vida, en nuestra ciudad. 

La muerte, que impone por naturaleza una democracia absoluta entre todos los hombres, igualó su existencia con la de los desconocidos malagueños de su época. El tiempo hizo lo demás, tapando las pinturas y olvidando su nombre, su vida y sus experiencias.  





4 comentarios:

  1. Superinteresante el articulo.
    Manolo Cárdenas

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  2. Fantástico Diego, Un trabajazo de investigación imponente.
    Un Bzo para toda la familia.

    Antonio Ruiz-Molero

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  3. Excelente trabajo de investigación. Yo también me tropiezo por la calle mirando las pinturas. No sabía de que se trataba hasta que he leído su documentación. Muchas gracias.

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  4. Metido en su artículo me he sentido como de la familia (lo somos, de la hispana).
    He escrito un libro, la biografía de Sebastián Iradier, el autor de La paloma entre otras muchas. En el libro introduzco a los Crucet, de la siguiente forma, como ayuda a sus investigaciones (y si es el caso, por favor, a las mías).
    Su canción La jaca de terciopelo se la dedica Iradier a su amigo Félix Crucet, quien según mis cálculos nació en Matanzas en 1820, hijo de comerciante, armador Félix Crucet Azúa. Félix hijo, abogado, compositor, guitarrista es autor de una popular canción, ¡A los toros! con letra del malagueño Tomás Rodríguez Rubí. Este crucet era por 1850-1860 auditor de guerra en La Habana.
    Si quiere que sigamos charlando: Iradier.afrodas@gmail.com

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