jueves, 2 de mayo de 2013

 


Pincha en el reproductor de Mp3. Durante el S. XII, se recopiló en Burgos, la música del Códice del monasterio de Las Huelgas. Dicho Códice es contemporáneo al nacimiento de los Bestiarios medievales.


Las Gárgolas de la Iglesia de Santiago

Diego Martínez Salas
Fotos de Antonio Ruiz-Molero Pérez



Hace algunos meses reflexionaba sobre la alienación que produce la forma de vida que hoy en día llevamos. Dominados por los principios de eficacia, rapidez, y en general  bajo el supremo principio del pragmatismo, hemos olvidado la diferencia entre mirar y ver. 

Mirar  nos obliga a contemplar las cosas en su profunda belleza, en el espíritu que se esconde tras un color, una forma, una silueta o una sonrisa. Mirar nos hace ahondar en el misterio que se intuye en cada una de ellas. Sólo nuestra pobreza de espíritu pude ocultar la belleza de lo que vemos, llevándonos al aburrimiento y a la tristeza. 

Tenemos que detenernos, olvidarnos de nuestras apretadas agendas y volver a fijarnos con cariño en los pequeños detalles, redescubriendo lo que hemos mirado una y otra vez, cultivando nuestra sensibilidad con la mirada y con la curiosidad ante lo que se presenta a nuestros ojos, incluidas las personas.  Si lo conseguimos gozaremos de la belleza de nuestro mundo con entusiasmo.

El rechazo a la exclavitud de reloj y la agenda, me llevó a descubrir no hace mucho, detalles que se habían mantenido ocultos a mis ojos durante años, como el sol esculpido en la pared del Palacio de los Soleiso en la Calle Granada. Sin embargo, a escasos diez metros del sol grabado en la piedra, se encuentra otro vestigio de la ciudad escondida, en el que no había reparado hasta que Antonio Ruiz-Molero, amante de la belleza, y maestro en el arte de ese mirar inteligente me advirtió de su existencia.




Escondidas, y acechantes en el alero del tejado de la Iglesia de Santiago vigilan desde hace siglos dos gárgolas de plomo.

Para los partidarios de la modernidad a ultranza las gárgolas no son sino testigos de una época lejana, llena de miedos y oscuridad. Grotescos testigos de una época felizmente superada.

Las mentes mas prácticas, advierten en seguida que no son sino desagües que evacúan lejos de los parmentos de los templos las aguas pluviales recogidas por las cubiertas de los edificios, evitando su erosión y las humedades que terminarían por socavar su fábrica. De hecho el lenguaje arquitectónico reserva el uso del término "Gárgola" (del latín gárgula: garganta) a las figuras que tienen dicha finalidad de drenaje, utilizando el de "Gorgona" para las restantes figuras mitológicas y grotescas utilizadas en las fachadas de los edificios.  

La representación de todo este repertorio de animales mitológicos tiene su origen en oriente, desde donde pasa a Etruria y Roma. En Pompeya se han encontrado ejemplares similares a los usados en la Iglesia de Santiago. 
    



En la Edad Media, se reciben de la antigüedad, los relatos mitológicos de estos animales, elaborándose en los escritorios de los monasterios numerosos "Bestiarios", que recopilan las fábulas, leyendas y mitos antiguos y de nueva creación relativos a estos animales imposibles. Estos bestiarios, venían iluminados con bellas ilustraciones de estos seres y se hicieron muy populares, contribuyendo a extender la convicción general de su existencia real y estimulando toda una serie de supersticiones, destinadas a protegerse de los efectos perniciosos de estas bestias o bien para aprovechar los dones que a otros de estos seres se les atribuían


Su paso al arte medieval se produjo en el S. XII, gracias al simbolismo que inspira todo el arte románico, cargado de numerosos mensajes moralizantes esculpidos en piedra y que ayudaban a la Iglesia a la predicación de las gentes y que atribuyó a (grifos, palomas, cigïeñas, aguilas, leones, elefantes, camellos etc,.) virtudes y atributos positivos, mientras, que las serpientes, dragones, quimeras, cerdos, esfinges, monos,  basiliscos, cabras, centauros, sirenas etc, fueron adscritos al pecado, la pervensión y el demonio. 


En cuanto a las gárgolas de la Iglesia de Santiago, creo que representan cabezas de basiliscos. Los basiliscos eran animales formados por una cabeza monstruosa con una cresta de gallo unida al cuerpo, y dos garras con cola de serpiente. 

Considerados como reinas de las serpientes, mataban con la mirada y el aliento. Como criaturas infernales, estaban encargadas de transportar las almas de los condenados al infierno, simbolizando la muerte y al propio diablo. Estos basiliscos advertían a los creyentes de la levedad de la vida y del destino que esperaba a las almas pecadoras. 








El basilisco, se encarnaba durante las oscuras noches, acechando a los pecadores, para transportarlos al averno si morían sin la necesaria conversión, cesando su ronda y retornando a su forma pétrea  con las luces del alba. Para otros, estos seres representaban las almas de los condenados al infierno, ubicándose en las afueras de los templos sagrados para impedir la entrada en ellos del mal, el diablo. y el pecado.


En España, la creencia popular en la existencia de los basiliscos, la encontramos muy extendida hasta mediados del S. XIX, creyéndose que habitaban cerca de los manantiales de aguas limpias, cuya pureza se debería a su presencia y fue alimentada, durante el S. XVIII, por una serie de naturalistas que mantenían la existencia real de este fabuloso animal. Esto generó una polémica con ilustrados como el Padre Feijoo, que en sus "Disertaciones", mantuvo una auténtica cruzada contra numerosas supersticiones existentes en la fecha de España. En el curso de estas polémicas, algunos partidarios de la existencia de los basiliscos llegaron a presentar basiliscos disecados que no eran sino falsificaciones conseguidas mediante el "cosido" de partes de otros animales. Este enfrentamiento intelectual fue finalmente zanjado por Fernando VI, que prohibió seguir con la defensa este tipo de supersticiones, cansado de tan poca provechosa discusión entre sus hombres de ciencia. 


Pero las gárgolas de Santiago no son las únicas de Málaga. Encontramos otras gárgolas y gorgonas en distintos lugares, las mas interesantes son las de la Calle Cañón, que drenan las aguas pluviales de la terraza que forma el contrafuerte que sostiene el ábside de la Catedral. 



El acertado aspecto de fortaleza con el que se concibió dicho contrafuerte, constituido por las capillas adosadas al ábside y que incluyen en su cubierta un camino de ronda y troneras para piezas de artillería, hizo que se dieran a las gárgolas forma de cañón.




Esta fortaleza, simboliza aquí a la Iglesia, camino para la salvación y defensa contra el pecado, en un discurso muy acorde con la actualidad de los dogmas discutidos por la reforma protestante, en el momento de la construcción de la Basílica. 








Durante el S. XVIII, se tiende al uso de gorgonas de aspecto grotesco, usándolas en guardaesquinas como la que protege la esquina del edificio de la Casa Guardia entre las calles Pastora y Panaderos.

Habrá que esperar a 1.817 para encontrar nuevas gárgolas en Málaga. Concretamente ese año el ingeniero Joaquín María Pery Guzmán, diseñó la Farola de Málaga, auténtico icono representativo de la ciudad hasta fecha reciente y en el que se vuelven a utilizar las gárgolas de plomo para evacuar las aguas del tejado de su edificio. Aquí estos drenajes representan serpientes marinas siguiendo la tradición marinera siempre crédula con la existencia de estos fantásticos animales que habitarían los mares mas allá de las columnas de Hércules.
El modelo lo repite recientemente la cofradía de la Esperanza, esta vez en cerámica verde, para evacuar las aguas del templo de calle Hilera.
Cien años mas tarde, el arquitecto Guerrero Strachan, proyectó la neogótica iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en la calle Compañía, donde guarneció la portada de entrada entre dos gorgonas. El uso de esas figuras en el acceso del templo, tenía en el lenguaje simbólico del románico y del gótico la finalidad de advertir al fiel de la necesidad de adoptar las necesidades disposiciones para ingresar en el templo, huyendo del pecado, la lujuria y el mal, representados por la cabra.


         

 
Aquí las gorgonas son guardias del templo y marcan la separación entre el espacio profano y el sagrado. 





Igual función tienen los leones que guardan el acceso de la puerta principal de la Catedral, y que portan las armas del cabildo compuestas por una jarra de azucenas, como símbolo de la proteccion de la pureza de un templo dedicado a la mas pura de las criaturas.




Mas lúgubres son las gárgolas que en 1.877, se colocaron en el Panteón de los Larios en el cementerio de San Miguel, y que siguen el modelo de la Catedral de Notre Dame.





Pero lo que mas me sorprenden de nuestra ciudad es la actualización que de los bestiarios medievales y de su lenguaje simbólico, se ha hecho por nuestra Semana Santa. El ejemplo mas novedoso y quizás mas interesante lo encontramos en el nuevo trono del Cristo de la Redención de la Hermandad de los Dolores de San Juan. En dichas andas junto a la utilización del águila de San Juan, del Cordero Pascual y del Pelícano, muy usados desde el Medievo hasta el día de hoy; encontramos la representación en sus esquinas de los cuatro jinetes del Apocalipsis, profusamente usados durante los S. XII y XIII y que como modernas gorgonas cumplen la misma función que desde hace siglos asumen impávidas las gárgolas de la Iglesia de Santiago.






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