domingo, 9 de septiembre de 2012



San Juan de la Cruz

Cántico Espiritual
Isidro Calderón Almendros




Juan de Yepes -conocido especialmente como Fray Juan de la Cruz- vivió entre los años 1542-1591. De su infancia se conoce bastante poco. Nació en Fontiveros, -pueblo perteneciente a Ávila- siendo hijo de Catalina Álvarez y Gonzalo de Yepes. Es el último de tres hermanos: Francisco, Luis y Juan.

No tuvo una infancia sencilla. Su familia llegó a caer en la miseria y estando en Fontiveros, murieron su padre y su hermano Luis. De allí se trasladan a Arévalo (1548-1551) y posteriormente a Medina del Campo donde viven durante trece años (1551-1564). Se puede decir que es el lugar donde pasó más años de su vida. En este tiempo destacan en él tres rasgos:

  1.  La piedad religiosa. Esta piedad es sinónima de fe, pues consiste en la relación de amor filial con el Dios Viviente. Fue admitido en el colegio de la Doctrina.
  2. Amor y servicio a los enfermos. Trabajó en el hospital de las bubas, en el que había enfermedades venéreas y muy contagiosas.
  3. Entrega a los estudios de humanidades –durante 4 años- en el colegio de los jesuitas.
Dibujo atribuido a San Juan de la Cruz
A la edad de 21 años, sin previo aviso, entra en el noviciado de los Carmelitas de Medina del Campo, por su espíritu de recogimiento y por la piedad mariana de la orden. Había sido pretendido para ser el capellán del hospital en el que trabajaba, y por los jesuitas. Profesó en 1564 con el nombre de fray Juan de Santo Matía.
Se traslada a Salamanca para seguir sus estudios en Filosofía y Teología. Fue reconocido como el mejor de los estudiantes por su talento y piedad. Lo cierto es que no fue su mejor época. Entró, con 24 años, en una profunda crisis y pensó en dejar los Carmelitas e ingresar en la Cartuja.

En 1567, recién ordenado sacerdote, fray Juan conoció a Santa Teresa en Medina del Campo. Ésta le impresionó. Le ofreció un nuevo proyecto de vida. Él aceptó, pero con una condición: “que no se tardase mucho” (F 3,17).


El 28 de noviembre de 1568, primer domingo de Adviento, se inicia la reforma de los frailes en Duruelo. La primitiva comunidad estaba compuesta por P. Antonio de Jesús, fray José de Cristo y fray Juan de la Cruz.


Desde el principio del Carmelo descalzo, queda claro cuál es el lugar de Juan: maestro de novicios, guía y formador espiritual; y se convierte, por la gracia de Dios, en uno de los más grandes mistagogos[1] del Carmelo y de la Iglesia. Se le fueron dando distintos cargos en la orden: rector del colegio de Alcalá, acompañante de Teresa en fundaciones, está presente en el Capítulo de la Reforma en Almodóvar, etc.


Estando en Ávila, en 1577, es secuestrado por los religiosos del Carmelo no reformado. Lo llevan a Toledo, para ser juzgado como rebelde, debido a conflictos jurisdiccionales entre la orden y los reformados. Estuvo 9 meses encerrado en la cárcel conventual de Toledo. Allí sufrió hambre y sed, fríos y calores, suciedad, piojos… recibió castigos… y lo privaron de los sacramentos. Intentaron despojarle de todo lo que él más quería, Dios. Pero Juan, en la soledad y oscuridad de la cárcel, reestructuró todas las experiencias y conocimientos que tenía de Dios. Convirtiéndolo en el Todo de su existencia. Tanto es así que mientras estuvo allí escribió los Romances, la Fonte, y el poema del Cántico Espiritual.


En 1578 consigue escapar de la cárcel y se traslada a Andalucía. Es nombrado prior de convento del Calvario (Jaén). Funda el convento de Baeza y es nombrado prior; posteriormente también fue el rector del teologado de Baeza.


Granada es la última y más larga estancia de fray Juan en Andalucía (1582-1588). Fue nombrado prior del convento de Los Mártires. Durante 2 años fue provincial de Andalucía.


En el año 1588 se celebró el primer capítulo de los descalzos en Segovia. Salió como Primer Definidor y como prior del convento de dicha provincia. Hacia el 1590 surgió un enfrentamiento con el P. Doria, se posicionó a favor de las monjas -fue fiel al pensamiento de Teresa- y del P. Gracián. Es así como en el Capítulo General de Madrid (1591) le quitan todos los cargos que ocupaba y le destinan –donde no puede ser problema- a Méjico. También empiezan una campaña de calumnias contra él.


Se trasladó a Andalucía y estuvo en La Peñuela preparando su partida a Méjico. Al enfermar se traslada a Úbeda. El propio Juan nos dice: “Mañana me voy a Úbeda a curar de unas calenturillas, que, como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan, paréceme habré menester ayuda de medicina” (Ep 31).

Fray Juan de la Cruz murió en Úbeda el 14 de diciembre de 1591. Para él, el amor lo era todo. Es por eso que murió escuchando –a petición suya- el Cantar de los Cantares.

De él nos queda toda su obra literaria, esto es, la experiencia de encuentro con Dios

Escritos Breves


1. Las Poesías. Son las piezas de mayor relieve en la sección de escritos breves. La temática es variada y a la vez unitaria.


2.  Dichos de luz y amor. Son sentencias que iba redactando para completar su magisterio oral.


3. Cautelas. Librito dedicado a la comunidad de Beas. También va declarando Cántico y la Subida al Monte Carmelo.

4. Epistolario. Se conservan muy pocas, algunas de ellas en fragmentos. La mayoría son de dirección espiritual.


Obras Mayores

1 Subida del Monte Carmelo. Es su obra más extensa y consta de tres libros. Lo más innovador es el planteamiento de toda la vida espiritual en clave de “vida teologal”: fe, esperanza y caridad.

2.Noche oscura. Complementa la Subida y se podría decir que es la segunda parte. Trata sobre la depuración y arraigo en la vida teologal, pero desde el aspecto pasivo, es Dios el que obra rompiendo los planes del hombre.


3. Cántico espiritual. Su nombre original es: Declaración de las Canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma y el Esposo Cristo. La obra fue redactada dos veces. CA, que tenía 39 estrofas; y CB, la segunda redacción, a la que añade una, y cambia el orden de muchas de ellas y aumenta el comentario. Es su obra predilecta, y la más querida.

4. Llama de amor viva. También ha tenido dos redacciones. Trata la dimensión trinitaria, la acción del Espíritu, el amor, la esperanza, la muerte y la glorificación.


El amor desarrolla en el Cántico toda la vida espiritual. Nos ofrece el programa más completo -de todo lo expuesto por fray Juan- del camino de unión con Dios. Esto es así porque Subida del Monte Carmelo acaba pronto, Noche oscura se limita sólo a un periodo y Llama de amor viva empieza tarde, esto es, con el proceso ya avanzado. Cántico Espiritual nos hace el recorrido entero.


Con relacióna al Cántico Espiritual. San Juan de la Cruz, en la declaración de la poesía de Cántico Espiritual, intenta dar claridad a lo que podríamos llamar el amor o el ejercicio de amor entre la esposa, esto es, el alma, y el Esposo Cristo.

Cenotafio de San Juan de la Cruz en Ubeda
Para este cometido -a petición de la priora de las Descalzas de San José de Granada, la Madre Ana de Jesús- describirá como “un alma empieza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfección, que es matrimonio espiritual.” Pasando antes por las vías “purgativa, iluminativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de ella.” (argumento 1).


El mismo autor nos descubre el argumento y la metodología de la obra, pues nos dice: “El principio de ellas trata de los principiantes, que es la vía purgativa. Las de más adelante tratan de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual (…) las que siguen tratan de la vía unitiva que es de los perfectos, donde se hace el matrimonio espiritual (…). Y las últimas canciones tratan del estado beatífico” (argumento 2). Es verdad que Juan de la Cruz intenta ser sistemático en su argumentación, para ello acude a la forma clásica de explicación del camino espiritual que había en la época. Pero lo cierto es que él se mueve en otra perspectiva. A la hora de redactar tiene mucha más libertad. Tanto es así que este esquema vuelve a aparecer en CB 22,3 pero poniendo de relieve, no el esquema anterior, sino el fruto que da todo lo vivido, amado y sufrido hasta entonces. Dice así: “es de notar que antes que el alma aquí llegue, -al estado de matrimonio espiritual- primero se ejercita en los trabajos y amarguras de la mortificación, y en la meditación de las cosas espirituales que al principio dijo el alma desde la primera canción hasta aquella que dice: Mil gracias derramando” (CB 22,3). Lo que fray Juan nos muestra es que la tan deseada unión de amor con Dios es integradora de toda la persona. Esto es, no hay departamentos estancos en la persona, ni entre la persona y la vida espiritual. En Cántico Espiritual, y en el resto de sus obras, siempre aboga por una vida teologal.


Por otro lado, es importante hacer ver que primero se escribió la poesía, fruto de una intensa experiencia de Dios, y después vino la explicación de la misma. El propio Juan de la Cruz, aunque ésta es su obra predilecta, no es partidario, podríamos decir, de encerrar o encarcelar las canciones. Dice así: “Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido; y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura” (pról. 2).


Entre las características del amor en el Cántico Espiritual, es importante mostrar que, para fray Juan, el trato de Dios con el hombre es amar. Es precisamente ese trato de amor lo que mueve y compromete a la persona. Nos dice el autor: “El mirar de Dios es amar y hacer mercedes” (CB 19,6) o “que la mirada de Dios cuatro bienes hace en el alma, es a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla” (CB 33,1). Esta última afirmación se encuentra cuando el autor revisa todo el camino recorrido y da gracias a Dios de que haya sido posible.


Después de una primera lectura, se observa como el amor que nos describe el Cántico es la realidad de toda la existencia. Un ejemplo de esto lo vemos en la estrofa 17 que dice así “Detente, cierzo muerto”. “El cierzo es un viento muy frio que seca y marchita” (CB 17,3). Así, lo compara con la sequedad espiritual y la ausencia del Amado. Federico Ruiz[2] dice que éste drama de amor se encarna en la normalidad de una existencia humana completa.



Tumba de San Juan de la Cruz (Segovia).

A lo largo de la obra se hace notar que lo que da sentido a la existencia del hombre es el amor. Para él, lo que nos mueve es poder amar en plenitud y ser correspondidos plenamente. Fray Juan lo expresa de la siguiente manera: “Esta pretensión del alma es la igualdad de amor con Dios, que siempre ella natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amante no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado” (CB 38,3).



Es así como este amor que da sentido a toda nuestra vida se convierte en vocación. Esta es la vocación del que cree en Cristo, “Como si dijera: que ya todos estos ejercicios están puestos en ejercicio de amor de Dios; es a saber, (…) todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con amor” (CB 28,8). Así aunque se tengan diversas tareas será el amor, esto es, el mismo Cristo, el centro de todo.


De esta manera observamos que el centro de Cántico no es en sí el amor, sino la comunión de amor –utilizando su vocabulario- entre la esposa, es decir, el alma y el Esposo Cristo. Más aún, “siendo Dios aquí el principal amante” (CB 31,2).



Tanto Cántico Espiritual, como el resto de la obra de Juan de la Cruz, hunden sus raíces –podríamos decir- en unos deseos ilimitados que apuntan a una meta final, esto es, la unión con Dios. De esta manera, no se queda sólo en el presente, en lo inmediato.

En efecto, en la vida espiritual, no se puede estar mirando el “presente”. Hay que hacerse a la idea de que la verdadera vida espiritual y el verdadero amor no son –a nuestro entender- “momentos mejores”, en los que siento más en la oración, en la pastoral, con la gente… No pueden ser simples sensaciones o impresiones. La verdadera vida espiritual y el verdadero amor, debe integrar toda mi vida. O lo que es lo mismo, los deseos ilimitados de unión con Dios, tienen que responder a toda una vida, con sus facilidades y sus dificultades, con sus alegrías y sus tristezas… Con todo lo que venga, éstos tienen que responder a toda nuestra vida.


Hasta poco más de la mitad de la poesía, es la persona la que busca con ansias a Dios, y parece que es el mismo Dios el que se aleja y se oculta -como en la vida misma-, lo cual muchas veces podemos llegar a creernos. Pero fray Juan, al comentarla, lo que explica es que es el mismo Esposo Cristo el que lo busca (CB 22,1).


Es desde toda esta visión, motivada por el amor de Dios, por la que entiendo “las nadas” de Juan de la Cruz. Para él la “ascesis” está motivada por el amor, y las nadas consisten en pasar del sí de uno mismo al Todo, al Amado. Dice así “resuelta en amor (…) pasar de sí al Amado” (CB 26,14). Es así como toda la doctrina espiritual de Juan tiene total concordancia, “Porque eso me da que una ave esté asida a un hilo delgado que a uno grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar. Verdad es que el delgado es más fácil de quebrar; por fácil que es si no le quiebra, no volará. Y así es el alma que tiene asimiento en alguna cosa, que aunque más virtud tenga, no llegará a la libertad de la divina unión.” (1S 11,4) –podemos encontrar un texto paralelo a éste en CB 26,18.


Bibliografía



San Juan de la Cruz, Obras Completas, 5ª edición, EDE, Madrid, 1995



CB= Segunda redacción de Cántico Espiritual

pról.= Prólogo del Cántico Espiritual

argumento= Argumento del Cántico Espiritual

Ep= Epístola

1 S= Primer libro de Subida del Monte Carmelo

Mathew, I., El impacto de Dios, Monte Carmelo, Burgos, 2007

Ruiz Salvador, F., Místico y Maestro. San Juan de la Cruz, EDE, Madrid, 2006

Santa Teresa de Jesús, Obras completas, 13ª edición, Monte Carmelo, Burgos, 2004

F= Fundaciones




[1] Mistagogo es la persona que, habiendo hecho la experiencia de encuentro con Dios, es capaz de acompañar a otras personas en esa misma experiencia de encuentro, dejando que sea Dios el protagonista.
[2] Profesor de Espiritualidad y mística en la Facultad de Teología del Teresianum (Roma)








No hay comentarios:

Publicar un comentario