El 3 de Marzo de 2016, el creador de este blog, mi esposo Diego, marchó a la casa del Padre. Así me decía que se marchaba, me daba la mano y me pedía que le acompañase hasta su partida. Era serenidad lo que encontraba quien se acercara a él. Confiaba en la Providencia de Dios, la misma que lo llevaría a su lado en su infinita misericordia y que se ocuparía del cuidado de sus seres queridos.
Diego supo aceptar su paso de este mundo al otro. Siendo una persona muy vital, afrontó sin miedo a la muerte. Él es el hombre que Dios puso en mi camino para que juntos aprendiéramos a amar. Ha pasado el tiempo, y el amor lejos de apagarse es cada dia mas fuerte. Queremos con el alma, que es inmortal, por eso tenemos sed de eternidad y nuestro amor también es inmortal. Aunque lo mostramos con los actos de amor que realizamos a través de nuestro cuerpo. Eso son no solo los besos y caricias, sino también todo acto de perdón, de reconocimiento de culpa y petición de perdón, una sonrisa por hacer la vida agradable, silenciar las palabras hirientes... Compartir alegrías, decepciones, cansancios y descansos. Conocer más del esposo, la esposa, de lo que el otro se conoce a sí mismo, nos lleva a comprender sus dificultades y sus fortalezas. Tener un proyecto común, confluir en Dios. Ese apoyo mutuo hace que ese amor siempre crezca, no solo en los hijos de la carne, sino que permite crecer en el bien, haciendo mucho más fecunda la unión, más verdadera.
Todo ese amor solo es posible en Dios. Él, que es el Único Dios verdadero, es un Dios infinitamente bondadoso, misericordioso. Es Amor.
A poco que conozcamos algo de nosotros mismos sabemos de nuestra propia debilidad, de nuestra poquedad. En la medida que seamos capaces de vislumbrar el amor que Dios siente por cada uno, tan grande que le movió a crearnos a cada uno, así como soy, como somos, y que aún hoy le mueve a sostenerme en la vida; solo conociendo la Misericordia de Dios sobre mí, puedo mostrar misericordia sobre el otro. Dios me ha enseñado esto desde la infancia a través del Evangelio. Este Evangelio que se hizo Carne en Cristo, se volvía “a hacer carne” en mis padres, en mis hermanos, en tantos ejemplos en la Iglesia. En mi vida de adulta es a través de Diego, también en nuestros hijos, donde Dios se ha vuelto a mostrar, “a hacer carne”. Y hoy que tengo medio corazón ya allí en el cielo, siento que tira mas y mas de mi, mostrándome más claramente como se derrama el amor de Dios sobre nosotros. Y cómo, Dios necesita de esa entrega alegre y confiada, a pesar de la adversidad, para seguir haciéndonos llegar su Palabra, su Providencia, su Bondad.
Ahora que celebramos, como cada 1 de Noviembre, la festividad de Todos los Santos, quiero mostrar mi agradecimiento a todos los Santos, por facilitarnos la vida con su amor a Dios, y por Él a las personas. Un amor purificado por Dios, y por ello verdadero. Gracias a todos los Santos anónimos para el mundo, pero no para Dios, no para quienes hemos sido cercanos y amados por ellos. Gracias especialmente a Diego.
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